martes, 13 de noviembre de 2007

adriana hurtado



biografia de adriana hurtado


Todo lo tiene largo: esas piernas que cualquiera querría medir a besos; el talle, esa medida que los `descaderados' multiplicaron; los brazos que tantas medallas le dieron al Valle y a Colombia en natación; y el cuello, eterno, como para modelo de joyas, tan largo que hace parecer su cabeza un tanto pequeña. El rostro es bello y frío, como ella. Adriana Hurtado no es sexy Ni muy expresiva. Tampoco tiene un gran sentido del ritmo. De aquí que no sea una gran bailarina ni una amante memorable. (No me consta esto último, claro, es sólo una inferencia producida por la impresión de rigidez física y mental que ella transmite).
Nada de esto es un defecto serio en una modelo, cuya profesión es mostrar artículos -no ella misma-, ni en una presentadora, la otra profesión para la que se está preparando y en la que el protagonismo personal tampoco es bien visto.
Si hubiera que definir a Adriana Hurtado con una palabra, yo escogería voluntad, fortaleza que demostró desde pequeña, cuando madrugaba a las cuatro de la mañana para ir a entrenar natación en una piscina que no estaba climatizada. Estudiaba de siete de la mañana a tres de la tarde, volvía a la piscina de seis a ocho y se acostaba a las nueve para volver a empezar al día siguiente su terca lucha contra el cronómetro y la fatiga. En consecuencia, no fue una buena estudiante. "El estudio no era mi prioridad", explica sin vergüenza.
Pero sus esfuerzos no fueron en vano. Adriana acumuló más de doscientos cincuenta trofeos en su carrera deportiva, entre ellos una medalla de oro y una de plata que ganó para Colombia en unos juegos del Pacífico.
Hay otra cualidad que la define, la clase; no tiene nada que ver con el estatus; es una suerte de elegancia del espíritu; se le nota en la discreción de sus modales y en el tacto de sus declaraciones. (Los modales, decía George Bernard Shaw, consisten en pasar inadvertido). Así, cuando el jurado del Concurso Nacional de Belleza "le robó la corona", según el sentir popular -en especial el sentir del Valle, departamento que anualmente se siente robado en Cartagena-, Adriana habló como una canciller. "Silvia Fernanda es una mujer extraordinaria en todo sentido -dijo-. Colombia estará muy bien representada por ella en Miss Universo". Y punto. (Adriana fue la Virreina de Colombia en 1997. La corona se la llevó la representante de Santander, Silvia Fernanda Ortiz). . .
Estuvo en Colombia. Aprovechó el viaje para hacer las fotos de la próxima campaña de Estudio F, la famosa marca de ropa casual cuya imagen encarna (por esta vez el verbo es exacto) Adriana Hurtado.
Antes de residenciarse en México anduvo por los estudios de España, Italia y Alemania. Adaptó su voz. a las exigencias de ese mercado, tocó muchas puertas, hizo cimbrar con el peso de su hembraje algunas pasarelas y realizó varios catálogos, pero Europa, todo hay que decírlo, no cayó rendida a sus pies. "De todas maneras fue una experiencia enriquecedora. Además, la derrota tiene una dignidad de la que carece la ruidosa victoria", dice citando a un poeta argentino que le gusta mucho. Se ve que sabe perder, y que es cierto que los camerinos y las piscinas la han visto llorar.Estamos en la sala del apartamento de sus padres en Cali, en Santa Mónica Alto. Me está mostrando su book, un fólder de fotos que es como la hoja de vida de las modelos. Adriana Hurtado modela en todas las posiciones. Un banquete. Son sus mejores fotos. Está orgullosa. Se relaja por primera vez durante la entrevista y se descalza, hecho que perturba el salón de una manera casi insoportable.
El video que hizo para una canción de Alejandro Fernández, donde ella aparece emergiendo húmeda y perfecta de una piscina, dejó sin aliento a los mexicanos y marcó el despegue de su camera como modelo en ese país. (La canción se llama Háblame y fue escrita por Shakira). Desde ese momento se multiplicaron las invitaciones a los desfiles y las ofertas para posar para los catálogos de modas y los avisos publicitarios de los mil y un artículos de los que el hombre contemporáneo ya no puede prescindir.

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